El jardinero en aquel momento de descanso imaginó , eso que no se ve.
Sabía la casa a su espalda, tortilla de patata, chiquillos jugando a pelear, la tele de mala muerte, ladridos y un telón de fondo.
En ese espacio exterior, poco a poco, sobre las plantas, la tierra, sobre todo, caía prendido de alfileres con minúsculas cabezas lúcidas, proliferando, presagios oscuros como un manto quemado.
-Madre, que tu gracia nos salve, lave y alimente.
Beber en rojo este instante de pavor, horror vacui subyacente en la energía oscura, tragarlo todo.
Y el aire recorriendo los entresijos de las ramas y las flores. Los sonidos minúsculos de los insectos, las aves, los roedores, los crujidos, las pulgas sobre los animales gigantes que se rascan, los goteos de todas las materias fluyendo.
Tu paso desconocido y mi respiración.
Base en vaho, niebla y humo de cigarro prenden al sudor, al jazmín, a la dama de noche y a la tierra recién regada.
-Madre, que tu gracia nos salve, nos acurruque y vele.
A.H.P